jueves, 11 de septiembre de 2014

Aparece un muerto junto al río Ebro.

Escrito en junio de 2013


El sábado pasado,  como cada día,  salí a pasear después de haber realizado mis rutinas diarias (acompañar a mi mascota a vaciar sus intestinos, acercarme a recoger el pan nuestro de cada día, etc) todo  iba bien…, hasta  que algo imprevisto cambió de repente mis planes: apartarme un poco de la sociedad y escribir un poco allí,  sentado en las escaleras de hormigón que están junto al río, donde confluyen  las aguas del río Bayas  con las  del Ebro, es decir,  en las inmediaciones de las piscinas municipales.
   Pocos metros antes de llegar, a eso de las once horas, me ha llamó la atención  que en mitad del camino se encontraban atravesados dos vehículos policiales, uno de policía municipal y otro de la nacional. Al mismo tiempo que yo llegaron   en un todo terreno y se bajaron  dos personas de él y justo cuando me desvié  para continuar por la senda  que conduce hacia el lugar donde suelo escribir. Tras saludarles con un  hola, buenos días: «Quieto ahí… no se puede pasar. ¡Por favor!  Continúe su paseo  por el camino», al girarme «Os tendréis que hacer cargo del vehículo vosotros… del cuerpo tenemos que esperar a que venga el juez y autorice el levantamiento» —dijo uno de los nacionales al más joven de los  que acababan de llegar en el 4x4.
   Lo primero que pasó por mi cabeza tras ver que entre la maleza se encontraba un vehículo junto al río, con las puertas abiertas de par en par «Algo ha ocurrido aquí anoche». Continué  unos veinte metros más y me senté en uno de los bancos que hay bajo un cobertizo de madera que hay en el paraje y destinado  para hacer un alto en el camino  a quienes transitan diariamente el lugar.
   Un cuarto de hora después, llego en silencio una ambulancia, se bajaron el médico y el conductor y se dirigieron  hacia donde se encontraba el vehículo. Cinco minutos después regresaron junto a las autoridades y tras entregarles  un papel, se introdujeron de nuevo en la ambulancia y se marcharon sin más por el mismo lugar por donde estos habían llegado.  Poco después, el señor de más edad, acompañado por un perrito negro se ha acercó hasta el cobertizo y se  sentó en el cuarto banco, a unos diez metros  de mí;  a continuación, tras un largo suspiro, sacó  un teléfono de uno de los bolsillos y segundos después: «Es xxxxx… se ha muerto xxxx» —dijo sin más, con voz entrecortada y sin poder contener sus lágrimas.
   Varias llamadas después, tras terminar la conversación, el señor   se levantó  «aparentemente más sereno», y dirigió sus pasos hacia donde se encontraban las  autoridades y  al pasar junto a mí:
   —¡Perdone usted,  buen hombre! No he podido evitar escuchar lo que ha estado hablando, ¿es algún familiar el señor que ha fallecido?
  —Es mi hermano —respondió sollozando.
  —Le acompaño en el sentimiento amigo  —le dije desde el banco.
  —Gracias majo.
  —¿Qué edad tenía su hermano? interrogué sin poder  controlar mi curiosidad.
  Ochenta y tres. ¿Quién le iba a decir a él que iba a encontrar la muerte hoy?
  —Perdón, ¿cómo dice?
  —Ayer, antes de dormir,  me comentó que hoy vendría a pasar la mañana pescando y no han pasado siquiera tres horas que ha salido de casa… Esas fueron sus últimas palabras para conmigo.
   Ante lo que presencié y escuché muy a mi pesar, me sorprendió que no se pudiesen ni acercar los familiares hasta que llegó, a eso de la una y veinte, el forense. El cual se tuvo que desplazar junto a varios vehículos más desde la ciudad  de Burgos: «¿Pero cómo es posible que en una ciudad que ronda los treinta y nueve mil habitantes, no disponga  de este servicio?» —me dije para mí mismo.


  «Es vergonzoso que a día de hoy ocurran estas cosas, ¿acaso son más necesarias cubrir las plazas  de tantos concejales en los ayuntamientos? ¡Basta ya de recortar en las cosas necesarias! ».

   Srs. Políticos:

  Si quieren hacer algo productivo  para que el país salga adelante,  recorten el número de mandatarios, es decir, menos a  mandar  y más  a trabajar.  La creación de empleo  es el único camino para salir de esta luctuosa situación a la que nos ha conducido, su ineptitud como defensores del pueblo, a un gran número de ciudadanos cuyo único medio de vida depende  exclusivamente del trabajo».

© ®Francisco Izquierdo Herrero

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