lunes, 15 de septiembre de 2014

Desde el mismo día en que nací, me acompañan: la sombra, el pensamiento y el sueño.


   Durante el día, de la sombra y el pensamiento soy consciente de todos y cada uno de sus movimientos, aunque a decir verdad  no les controlo. La sombra: unas veces camina delante, otras detrás; hay veces que esta se sitúa a la derecha y otras en cambio a la izquierda.
   El pensamiento por el contrario, suele actuar a su libra albedrío, aunque sobre éste mantengo  cierto control, pero hay veces que me dejo llevar hasta donde él quiere, y la verdad es que me produce grandes satisfacciones; él actúa libremente y me puede situar cronológicamente: en el pasado, el presente  o incluso en el futuro.
   Hay muchas veces que me cuesta controlarlo, y me trae verdaderos quebraderos de cabeza, sobre todo, cuando se empeña  en centrarse  en alguna cosa desagradable o que sencillamente, ésta no es aceptada por mi cabeza.
   El sueño, lo tengo controlado y si mi libertad  lo permite, lo suelo dividir en dos veces al día, una después de comer, o sea , echarme una siesta, de una hora como mucho y la otra es cuando al terminar el día decido irme a dormir, este periodo es más largo y suele estar entre siete u ocho horas.
   Es durante este periodo (cuando estoy durmiendo), la sombra trata de convencer al pensamiento   a través del sueño, casi (siempre lo consigue), y es entonces cuando  se apartan de mí y se van por ahí, a su libra albedrío. Todo lo que estos visitan o viven, tengo constancia a través de los sueños, éstos se encargan de hacerme saber las juergas y salidas de la sombra  y el pensamiento.
   Por las mañanas, cuando me levanto y vuelvo a sentir el pensamiento, hay veces que este me confunde, hasta tal punto de hacerme recordar cosas que incluso  yo mismo, no sé distinguir si en realidad se trata de un sueño  o de algo vivido por mí con anterioridad  o que haré en el futuro.
   Estas cosas me ocurren  incluso  de día  y estando bien despierto, soy consciente  y por ello hay veces que llego a pensar que la vida que creemos vivir, tal vez  podría consistir en eso un simple sueño y vete a saber el estado real de  ese ser que percibe todas esas cosas.
   «Posiblemente  el ser humano en sí, no sea más que el reflejo de algún ser con capacidad de pensar». Pongo como ejemplo: Las células del organismo, estas son capaces de  actuar por sí mismas, sin necesidad de haber pasado por la universidad; De estas las más especializadas son las neuronas y puestos a imaginar ¿Quién  nos puede asegurar que la vida que creemos vivir? No es más que el recuerdo almacenado en una neurona de un ser que padece Alzheimer.
   En fin, la vida  puede ser tantas cosas, que quizás  sea mejor, tratar de vivirla aun sin llegar a comprenderla. Esto es una opinión personal respecto a lo que conocemos como vida.


 © ®Francisco Izquierdo Herrero






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